Dolores Bedoya fue la que aquel 14 de
septiembre de 1821 con un farol en sus manos recorrió las calles de Guatemala,
actual Antigua, para agrupar a los habitantes de la ciudad frente del cabildo
con el fin de vociferar: “Viva la Patria”, “Viva La Libertad”. Los vecinos a
falta de electricidad, se fueron congregando con sus faroles y lámparas en la
plaza para presionar a sus líderes que firmaran la independencia de
Centroamérica de la opresión española.
De aquí nace la tradición que duró muchos
años que todos los pueblos libres centroamericanos adornaban sus humildes
viviendas con faroles para conmemorar este evento. No fue sino hasta finales
del siglo antepasado que se popularizaron las caminatas con faroles que fueron
la sensación en cada pueblo para celebrar la víspera del Día de la
Independencia. Para ese entonces los costarricenses realizaban esta celebración
más que todo por costumbre y tradición, según cuenta la historia, eran los
mismos vecinos que orgullosamente se organizaban para conmemorar la gesta
histórica de Dolores Bedoya. Luego de la guerra civil del 48 cuando se fundó la
Segunda República, fue cuando se puso especial atención a los valores
culturales y el gobierno empezó a incentivar a las comunidades que salieran por
los vecindarios con los faroles a celebrar un año más de libertad y de amor a
la patria, otorgando premios para las mejores creaciones.
Con
mucha alegría recuerdo estas fechas en mi niñez, mis padres, mis hermanas y yo
trabajando juntos para elaborar un farol, no cualquier farol, uno lo
suficientemente bonito como para que valiera la pena llevarlo al concurso de la
escuela y ostentar un premio dentro de los primeros lugares por su originalidad;
luego de cantar a pulmón lleno el himno nacional a las 6:00 p.m., salir a
desfilar orgulloso haciendo gala de mi farol sabiendo que lo construimos
nosotros mismos desde el inicio.
Estos recuerdos me traen mucha alegría pero
también, me dan mucha tristeza. Tristeza de ver hacia donde se están yendo
nuestros valores culturales, hoy en día son cada vez menos las personas que
asisten a nuestro desfile conmemorativo de la víspera de la independencia; lo
que era motivo de fiesta familiar y orgullo patrio ya se está perdiendo. Muchas
personas ven con molestia detenerse unos minutos y cantar el himno nacional y
lo peor de todo es que todos somos cómplices de esto; vemos la elaboración de
un farol como un proyecto mas de la escuela o el colegio de nuestros hijos para
una mejor calificación y no lo vemos como debería ser: una verdadera
celebración de nuestra libertad.
Por eso es necesario recordar lo importante
que es esta celebración y nunca cansarnos de decir: que viva la libertad, que
viva la independencia y ¡QUE VIVA COSTA RICA!
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