Ay, Ay, ay, que el esclavo fue mi abuelo
es mi pena, es mi pena.
Si hubiera sido el amo,
sería mi vergüenza
Mujeres Esclavas en la Costa Rica del Siglo XVIII:
Estrategias Frente a la Esclavitud
Escrito por María de los Ángeles Acuña León
Martes, 09 de Junio de 2009 22:19
MUJERES ESCLAVAS EN LA COSTA RICA DEL SIGLO XVIII:
ESTRATEGIAS FRENTE A LA ESCLAVITUD[1]
M.A. María de los Ángeles Acuña León
Egresada
Doctorado Centroamericano en Historia
Universidad de Costa Rica
Resumen
INTRODUCCIÓN
Era el año de 1719 cuando María y Petrona, de casta Lucumi,
declaraban ante el Gobernador Diego de la Haya Fernández que hacía ya más de
diez años que habían llegado a la provincia de Costa Rica en dos barcos grandes
de ingleses, que las llevaron a tierra en unas canoas de los mismos navíos, que
todos sus compañeros de viaje viendo que los dos barcos habían encallado y
estando con hambre y no tener que comer se fueron al monte huyendo de los
ingleses y viniendo por la playa se encontraron con el Sargento Mayor Juan
Francisco de Ibarra quien los trajo al valle de Matina.[2]
Las mujeres esclavizadas que llegaron a Costa Rica
encontraron una provincia con un poblamiento muy disperso. Ciertamente Costa
Rica fue una zona poco poblada, con tres regiones de actividad económica, el
Valle Central, con Cartago como su capital, los valles de Esparza y Bagaces y
el Valle de Matina. Cualquiera de estas zonas pudo ser su lugar de
asentamiento, pero en el caso de María y Petrona ellas fueron a vivir a Bagaces, relatan que
fueron apartadas del grupo por Ibarra con otros seis de sus compañeros, cuatro
hombres y dos mujeres, que fueron llevados a una casa en el monte y de allí a
Bagaces donde Ibarra las vendió a Doña Cecilia Vázquez de Coronado esposa del
Sargento Mayor Salvador Suárez de Lugo, quienes eran los dueños de la hacienda
nombrada Tenorio.[3]
Costa Rica fue una sociedad con esclavos, donde la
esclavitud no fue el motor de la economía, está fue una forma más de trabajo,
donde la línea entre esclavitud y libertad podía ser saltada, por tanto la
manumisión fue posible (Berlín 1998: 8).
Estas mujeres en la convivencia cotidiana en las calles, en las
haciendas, en los mercados, y en sus casas con indígenas, mestizos, españoles,
y con sus compañeros africanos; negros y mulatos, quienes les habían precedido y seguido en su
ruta hacia esta provincia, fueron parte y autoras en la conformación de la
sociedad colonial costarricense, donde el individuo típico del siglo XVIII fue
el de sangre mixta, principalmente resultado de la unión entre mestizo y mulato
(Chavarría y Acuña 1991: 92).
Pero antes de
conocer cuáles fueron las experiencias, las respuestas y actitudes de estas
mujeres ante la esclavitud en la sureña Costa Rica. Es importante referirnos a
la ruta que realizaron cientos de mujeres esclavizadas que al igual que María y
Petrona iniciaron su viaje forzoso desde algún lugar de la costa occidental de
África hasta las costas centroamericanas.
Como las esclavas María y Petrona millones de esclavos
africanos, hombres, mujeres, niñas y niños fueron vendidos y embarcados hacia
América, quienes fueron forzados a
realizar el dramático viaje a través del
Atlántico, conocido como el “Middle Passage.”(Pasaje Medio) Poco más de
8.000.000 de esclavos y esclavas fueron importados hacia América solo entre los
siglos XVII y XVIII (Lovejoy 1991a: 46). De ahí nuestro interés en conocer y
analizar tres elementos medulares sobre las mujeres esclavizadas, primero, que
porcentaje de mujeres son embarcadas,
segundo, cuál es la región de origen de estas mujeres esclavas, de dónde
provienen, y tercero, cuál va a ser su lugar de asentamiento en las Américas.
Es importante
recordar que las principales zonas de procedencia de las mujeres que llegaron a
América fueron Costa de Oro, Bahía de Biafra, Bahía de Benin y la región
Congo-Angola, aunque también debemos señalar que llegaron en menor número de
las regiones de Alta Guinea y Cabo Verde.
Si vemos un mapa veremos que la Bahía de
Biafra corresponde a la región entre el río Níger y el río Cross es el
sitio de origen de un mayor número de mujeres, estas representaron un 39.1% del
total de personas esclavizadas y embarcadas en los principales puertos, como lo
fueron Bonny y Calabar. En esta región, el porcentaje de niñas transportadas
significan un 4.6%, el cual de manera interesante es el porcentaje más bajo en
comparación con el porcentaje de niñas movilizadas del resto de las mayores
zonas proveedoras. La región de la Bahía de Benin con sus puertos de Whydah y
Porto Novo presenta el mayor número de
niñas transportadas hacia las Américas pues representan un 7.2% que junto con el 30.5% de mujeres, significan
casi un 38% del total del contingente de esclavizados. La Costa de Oro con sus
puertos Cape Coast Castle y Anomabu y por otro lado, región Congo y Angola, con
sus puertos más importantes que fueron
Cabinda, Benguela y Luanda, presentan patrones similares, a las zonas
anteriores, con un porcentaje importante
de niños y niñas movilizados y un 24% de mujeres transportadas, aunque esta
proporción de mujeres es bastante menor en relación a las movilizadas por las
dos bahías, Biafra y Benin.
De estas cifras podemos inferir que la presencia de las
mujeres esclavas en los barcos es constante en el siglo XVIII, y significaron
la tercera parte del total de la población esclavizada enviada a América. Nos
atrevemos a suponer que este patrón se mantuvo en el siglo XIX hasta la
finalización del comercio de esclavos, por supuesto que las zonas proveedoras y
sus diferentes puertos tuvieron sus alzas y bajas a través de los cuatro
siglos, que se mantuvo el comercio. De ahí que es innegable la presencia de las
mujeres en el colectivo de esclavizados, donde la evidencia demuestra que tanto
mujeres y niñas, hombres y niños fueron parte de ese colectivo. Por tanto es
claro que la presencia y porcentaje de mujeres y niñas enviadas en los barcos
es mucho mayor de lo que tradicionalmente se creía, y de ahí sea válido
descartar, la idea de que el tráfico de esclavos estaba compuesto
principalmente por hombres adultos (Eltis 2000: 96).
Para el caso de la
provincia de Costa Rica la evidencia documental sugiere que en el comercio de
esclavos hacia esta zona hubo una tendencia a transportar un número importante
de niñas en condición esclava, pues en diversas ocasiones varias mujeres
argumentaron que llegaron muy pequeñas y por tanto no recordaban con mucho
detalle su llegada a la provincia. Por ejemplo, dos esclavas de Doña Petronila
de Oses Navarro, una llamada Teresa de 25 años declaró “haber llegado pequeña”
y otra de nombre María insistió “en que
vino muy pequeña y no se acuerda.”[5]
Otra esclava llamada Magdalena declaró que “llegó muy pequeña, que no
sabe quien la trajo, ni por donde llegó a Cartago, que fue vendida a Don
Agustín de Azofeifa en cuya casa siempre a estado, y esta actualmente
sirviendo.”[6]
¿De dónde provenían?
En este punto es de
suma importancia el “mirar desde África hacia las Américas” para poder
identificar los roles que desempeñaban estas mujeres esclavizadas en sus
sociedades de origen para poder entender el patrón demográfico e incluso
geográfico que muestra el comercio trans-Atlántico de esclavas (Lovejoy 1999b:
8). Aquí debemos señalar que la variante de oferta y venta de mujeres esclavas
por región geográfica obedece a las
especificidades históricas y de género al interior de África Occidental,
mientras que la adquisición de esclavas al otro lado del Atlántico se vera
matizada por intereses económicos y un “ajuste” en las actitudes de género por
parte de los compradores.
Entonces se desprende que en Costa Rica encontramos
una diversidad importante en los orígenes africanos de estas mujeres. Se
confirma que las mujeres esclavizadas que llegaron a Costa Rica provenían de la
costa Occidental de Africa. El caso de María y Petrona que declaran “…que su
casta entre ellos se llama Sana, y entre los españoles Lucumi.”[7] Estas mujeres estaban escarsificadas como las
personas de esa región. Algunos ejemplos son
“la negra María de Guinea, es con efecto de Guinea por estar rayada en
la cara…”[8] También esta el caso de otra esclava, igualmente de nombre María
que dice “…no sabe su casta aunque tiene rayada la cara…”, aunque después se
establece que era de casta Popo.[9]
Debido a que en África Occidental la mayoría de las sociedades
se basaban en la agricultura, se cultivaba maíz, mijo, sorgo, arroz y frijoles
entre otros, es importante enfatizar que las mujeres en África disfrutaban de
un rol económico central, donde destaca su papel en la agricultura y en la
producción textil. A este respecto Robertson y Berger argumentan que las mujeres realizaban la mayoría de las
labores agrícolas, ellas cultivaban y procesaban la mayoría de los alimentos
para el hogar y realizaban la mayoría del trabajo doméstico, pero igualmente
tenían gran participación en el mercado interno, que les permitía cierta
autonomía económica (Robertson y Berger 1986: 5).
La mujer africana gozaba de derechos y poseía un status muy
diverso al interior de su sociedad. En el caso específico de África Occidental
su trabajo fue muy importante y valorado dentro de la economía, pero sin
embargo como bien agregan Robertson y Berger: estas cualidades las hicieron más
valiosas como esclavas, parece entonces que esta mayor libertad económica e
importancia al interior de las sociedades fueron la causa de su creciente
presencia en el comercio trans-Atlántico(Robertson y Berger 1986: 5). De hecho, los comerciantes de esclavos
llegaron a África en demanda de esclavos masculinos y encontraron en los
mercados más importantes, al menos en el Oeste de África, una mayor oferta de
mujeres esclavas( Eltis 2000: 100).
Esto va a causar conflictos y protestas, en un primer
momento por parte de los comerciantes y los compradores al otro lado del
Atlántico, sin embargo como bien lo demuestran las cifras un número importante
de mujeres fueron compradas y embarcadas hacia los puertos americanos, ya que
los europeos “ajustaron” sus actitudes de género en función de sus beneficios
económicos y por tanto cada vez compraron más esclavas. Ejemplo de ello es que
las mujeres esclavas africanas trabajaron en los campos, realizando toda suerte
de trabajo pesado, así como desempeñaron trabajos de menor rango.
Las mujeres africanas llegaron a América donde privaba una
visión patriarcal occidental que tenía una imagen sobre los roles de género,
muy distinta de la africana. Estas mujeres en América sufrirán una doble
subordinación: como mujeres y como esclavas, fueron explotadas económicamente y
sexualmente y más aún su rol fue cambiado, transformado. Ya sean sociedades
esclavistas o sociedades con esclavos las mujeres esclavizadas sufrirán la
misma subordinación y dominación por parte de sus amos, y como lo plantea
Eltis, en la búsqueda de alternativas las mujeres africanas, al llegar al Nuevo
Mundo, tuvieron pocas opciones. Los europeos cargaban con sus concepciones
sobre el rol de las mujeres en la sociedad, cuando fueron a comprar mujeres
africanas esclavizadas y cuando las pusieron a trabajar en las plantaciones
(Eltis, 2000: 100). Dentro de este mundo de total subordinación las africanas
esclavizadas arribaron a América donde los roles asignados a ellas fueron muy
diferentes a los que tradicionalmente desempeñaron en sus sociedades de origen.
¿A dónde llegaron?
Las Antillas menores fue la región
adonde arribaron un mayor porcentaje de mujeres y niñas esclavas, pues
corresponden al 42.4% de los esclavos desembarcados. Siguen en importancia
Barbados y Jamaica, cuyos porcentajes de
mujeres y niñas desembarcadas fueron en el orden de 40% y 39.9%
respectivamente. En cuanto a la América holandesa el porcentaje de mujeres y
niñas que desembarcaron fue del 35.5%, para la América española correspondió a
un 32.4% y por último a las islas danesas un 31.8%. Aquí es importante hacer
notar que el mayor porcentaje de niñas que llegaron a América fueron
precisamente a las islas danesas y el menor porcentaje a la América española.
También se debe enfatizar que el porcentaje de mujeres en el colectivo de
esclavos que llegaron a puerto de desembarque, se mantuvo en el orden de una
tercera parte del total y en algunos puertos supera esta proporción, como se
aprecia en el Cuadro 3.
Por tanto, es válido decir que la presencia de las mujeres
africanas esclavizadas en las Américas es innegable. De ahí la importancia de
conocer las redes y rutas comerciales a través de las cuales estas mujeres
esclavizadas llegaron a los diferentes puertos y regiones de la América
española y muy en especial a Centroamérica. Los datos nos indican que las islas
del Caribe fueron los mayores puertos de desembarco para los recién llegados de
África, y por tanto, los puntos más importantes en las redes comerciales de
redistribución de estos esclavos y esclavas. Así, un número importante de
mujeres fue enviado hacia la América española de manera legal y otro tanto a
través del contrabando, una fuente y alternativa importante para el
abastecimiento de esclavos a lo largo especialmente de la costa Caribe de la
América española. A este respecto Luciano Franco sustenta que:
“…el monopolio era víctima de la competencia ilegal que le
hacían holandeses, ingleses y portugueses. Los negreros encontraron rápidamente
el medio de burlar a la Compañía del Asiento, y practicaron, en gran escala la
trata clandestina, con la complicidad de las autoridades coloniales hispanas e
inundaron de negros y mercancías los dominios españoles del Golfo de México y
del Caribe…” (Franco 1985: 28)
América Central como parte de esa América española, estuvo
igualmente ligada a estas redes comerciales de las islas del Caribe: Cuba,
Jamaica, y Curazao, en conexión con los puertos continentales de Cartagena y
Veracruz. “Todos estos fueron puertos de entrada y redistribución de esclavos
siendo los puntos de tránsito en la costa caribeña de Centroamérica:
Panamá, Matina, Trujillo, Puerto
Caballos y Santo Tomas…” (Cáceres en prensa: 4).
En el caso de Costa Rica, un número importante de esclavos
africanos ingresaron a la provincia por el comercio ilícito. Por ejemplo, en
1719 el gobernador de la provincia, Diego de la Haya Fernández, celoso
funcionario de la Corona emprendió la tarea de hallar y procesar a los
habitantes de la provincia que habían introducido esclavos y esclavas por el comercio
ilegal, en un afán por aumentar las arcas de su rey y hacer valer sus leyes en
Costa Rica. Por esta razón, varios esclavos fueron interrogados y gracias a sus
testimonios fue posible determinar como fueron introducidas estas mujeres a la
provincia e identificar las rutas que hicieron. De acuerdo a los testimonios
muchas de las mujeres en condición esclava llegaron desde Jamaica en
embarcaciones inglesas, y compradas en las costas de Matina por los españoles
de la provincia de Costa Rica. Por
ejemplo, Nicolasa negra de casta Mina declaró:
“…que vino en un navio de ingleses que se hizieron pedazos
en las playas de Matina, y que la que declara salio a nado, y se fue a una
vijia, y que de alli la llevaron donde el theniente del valle Gaspar de Acosta
que es el que la trajo a esta ciudad en cuya casa a estado siempre…”[10]
María y Petrona, de casta Lucumi, dan su testimonio de como
llegaron, como se indicó anteriormente: “[...] en dos navios grandes de
ingleses[...].”[11]
Sin embargo, algunas
esclavas indican que llegaron por otras rutas, por ejemplo, Juana Manuela de
casta Arara declaró “…que llegó de
Panamá por el valle de Barba que la
trajo el abuelo de su dueño, Don Pedro de Alvarado…”[12] La negra Magdalena
explicó “…que quien la trajo a esta ciudad, fue su amo el Capitán Lorenzo de
Arburola…, y que fue desde Portobelo por el puerto de Matina, en una
canoa…”[13] Por su parte María, negra al
parecer de 50 años, dijo “…que vino de Panamá y que la trajo Don Lope de al Carasso
por el Puerto de Caldera…”[14] Ella fue
introducida por comercio legal, pues se
le encontró marcada con el sello del asiento holandés.[15] Asímismo, otra
esclava llamada María de casta Conga, expuso que llegó desde Panamá y entró por
el Puerto de Caldera, marcada en su hombro derecho con el sello del asiento
Portugués.[16]
Estos testimonios
evidencian cómo muchas de esas mujeres esclavizadas cuyas identidades
culturales se cuentan en el amplio abanico étnico de África Occidental -como
son Ara, Yoruba, Akan, Aja, Igbo, Ibibio, Popo, Mina, Bariba, Angola y Congo-,
iniciaron su viaje en algún lugar al interior o en las costas del África
Occidental, cruzaron el Atlántico, llegaron a las islas del Caribe y de ahí
fueron redistribuidas hacia las colonias españolas, en su viaje de África al
Caribe y de dichas islas en nuestro caso a Costa Rica. Pues, como relata Pedro
de casta mina:
“…desde la costa de Guinea a Jamaica vino el que declara con
la negra Magdalena, y con el negro Manuel, difunto, y que desde Jamaica, al
valle de Matina en una pequeña balandra inglesa…”[17]
Efectivamente, esta es una de las rutas que realizaron cientos de mujeres
esclavizadas, que así como Magdalena, María y Petrona, fueron traídas a la
provincia de Costa Rica principalmente desde la segunda mitad del siglo XVII y
durante todo el siglo XVIII.
2. ESTRATEGIAS FRENTE A LA ESCLAVITUD
Costa Rica fue una sociedad más rural que urbana, una
sociedad con esclavos, donde a las mujeres esclavizadas se les asignó el rol en la sociedad de sus
amos como productoras y creadoras de riqueza, también como reproductoras y al
interior de su comunidad tuvieron el papel de preservar su familia y sus raíces.
Una vez que
llegaron a Costa Rica las mujeres esclavizadas fueron forzadas a servir a sus
dueños, aún más, aumentaron el caudal de estos al tener a sus hijos que nacidos
en casa, le pertenecieron igualmente a sus amos y pudieron disponer de su
trabajo o de sus personas para aumento de dicho caudal.
En el plano de la cotidianidad las mujeres esclavizadas
crearon redes de solidaridad y convivencia, en los espacios de los españoles,
más allá de los espacios físicos. A este respecto presentamos la historia de
Tomasa. Inicia esta historia con Cayetana, esclava de Don Alfonso Ulloa, quien
tuvo tres hijos: Francisca, Manuel y Tomasa y por liberarlos de la esclavitud
los dio en gran secreto a la partera, para que los entregara a otras personas
para que fueran criados y conocidos como libres. Aprovechó Cayetana que su amo
era muy anciano y además ciego para ocultar a sus hijos. A Francisca la crió
Paula Coto, vecina de la puebla de los pardos, a Manuel lo cuidó Josefa Bonilla
quien vivía en los arrabales, y Tomasa fue entregada a María Candelaria Álvarez
vecina del barrio de Churuca.
Ya habían transcurrido 27 años cuando aparece ante el
Juzgado de Cartago Don Gregorio Ulloa, alegando que tiene pruebas de que
Tomasa, como hija de la esclava Cayetana, le pertenece a los herederos de su
abuelo Don Alfonso Ulloa. Por tanto, acusó a María Candelaria de haber ocultado
a Tomasa, y exige que María Candelaria pague por los jornales de la esclava
Tomasa que no fueron percibidos por su difunto abuelo, por la cantidad de $432,
y que además la esclava sea devuelta a sus amos. Ante esto, Tomasa, quién vivió
como persona libre desde su nacimiento, responde que no tiene ninguna objeción
a la esclavitud a la cual le quiere someter Gregorio Ulloa, pero pide y suplica
no se le cause ningún perjuicio a María Candelaria que con tanto amor le había
criado.[18]
Este testimonio es muy representativo, ya que nos hallamos
ante la lealtad y el amor que esta muchacha tenía con su “madre de crianza”,
pues por el bien de ella y para que no se le cause perjuicio a ella; sin
réplica se sujeta a la esclavitud. Aquí nos encontramos ante las relaciones que
mantienen las mujeres esclavizadas al interior de su grupo, de su comunidad,
donde la unión, la solidaridad, el compañerismo, la tradición oral, el recuerdo
de la tierra dejada atrás y los lazos familiares sobreviven la crueldad y la
“muerte social” de la esclavitud. Son mujeres que luchan día a día por su
sobrevivencia y la de los suyos.
Las mujeres esclavizadas implementaron mecanismos para
mejorar su situación y la de sus descendientes al interior de la estructura
social. El mestizaje significó un mecanismo de movilidad social para esta
población de origen africano. Ya fuese en uniones matrimoniales o
extramatrimoniales de carácter exogámico, las mujeres en condición esclava
aseguraban a su prole el paso a la casta superior, y en el mejor de los casos a
la consecución de la libertad y a una mejora de la condición económica.
El matrimonio fue una opción para estas mujeres, pero como
también se comprueba, muchas de ellas se van a quedar solteras, pero tuvieron
hijos cuyo progenitor en bastantes ocasiones fue de diferente casta. Por
ejemplo, María Josefa y sus cinco hijos: Justo, Isidro, Joaquín,
Fernando y Ricardo, fueron esclavos de Don Tomás de la Madriz y de Doña Antonia
de la Granda y Balbín. Esta última, en su testamento estableció que: “…María
Josefa debía de ser vendida luego de su fallecimiento para que con este dinero
se pagara su funeral, y entierro…” [19] Una vez fallecida Antonia de la Granda,
su esposo alegó que para este momento María Josefa había compensado con su
trabajo el equivalente de su valor, y con este dinero se cumplió lo pedido por
su esposa Antonia, y le otorgó la libertad no solo a María Antonia sino que
también a sus cinco hijos. No por casualidad, de la Madriz al momento de su
muerte en su testamento declaró “como sus herederos universales” a los cinco
hijos de María Antonia. Los bienes consistían de una “hacienda de trapiche, sus
anexos y platanar” de cuya posesión y usufructo disfrutaron dichos herederos.
Mulatos, que fueron reconocidos como hijos naturales de la Madriz.[20]
Por lo tanto, vemos como a través del mestizaje esta madre
logra el ascenso de sus hijos, pues al ser mulatos su posición en la escala
social es más favorable, luego adquieren la libertad y los bienes que les
permitieron tener una mejor calidad de vida. Por medio del mestizaje, la
población de origen africano tiene acceso a mejorar su situación social y
económica, pues esto les va a permitir
entrar en las redes de poder al interior de la sociedad colonial costarricense.
Esto lo corroboramos con mayor claridad en el caso de los hijos naturales,
mulatos libertos, de Miguel Calvo con su esclava Ana Cardoso. Argumenta María
Calvo que “…su padre le hizo donación de esclavos a sus hermanos Francisco,
quién era Alferéz, a Feliciana y a su sobrina Antonia de Oses…” De la misma
forma, “…su padre le dio a (ella) la niña María de siete años de edad que
estando en su poder mudó la dentadura…”[21] Así, estos mulatos por medio del
mestizaje lograron una mejor posición social y económica, como fueron el acceso
a las milicias (en el caso de los hombres) y a la posesión de esclavos. Se
puede decir, que nos encontramos frente a un estrato de mulatas y mulatos que
lograron el ascenso económico, ya que pasaron de ser esclavos a ser
propietarios de mano de obra esclava, un bien preciado en la despoblada
provincia y distintivo de los grupos dominantes.
De igual manera, estas mujeres esclavizadas elaboraron sus
estrategias de resistencia, en un abierto desafío a la autoridad del amo. Tal
es el caso de la esclava Eugenia, a quién su amo la envió a vender a Panamá con
Pedro Castellanos. Este último se tuvo que regresar con Eugenia nuevamente a
Caldera, pues esta amenazó con huir o ahorcase si Castellanos la dejaba en
Panamá. Al llegar a esta ciudad, la esclava dio motivos para que nadie la
quisiese comprar, ya que se dejó decir “…que el que diese su dinero lo abria de
perder, porque se abia de ajorcar y no sabia aser cosa alguna…” Al ser
preguntada Eugenia de la razón de su actitud, ella replicó: “…porque yo no he
de servir contra mi voluntad pongame mi amo en Cartago…”[22] Estas afirmaciones de Eugenia, nos permite
identificar la oposición de la esclava ante la voluntad del amo.
Otro caso interesante es el de la mulata Antonia, quién fue
acusada de incendiaria por su amo, delito que no se le pudo comprobar, por lo
que recurrió Antonia a solicitar cambio de amo. Pide Antonia que si ha de ir a
pasar trabajos con su amo Juan Cortés, que prefiere no ir que se le de su
“papel de venta” para buscar amo a su
agrado.[23] En este caso, la esclava recurre a una estrategia de carácter legal
para no servir más a su amo.
En términos de mayor confrontación se presenta el caso de la
esclava Ana María, cuyas actitudes su ama Doña Manuela Gertrudis Sancho de
Castañeda calificó como de ingratitud, falta de respeto y desobediencia. Nos
dice Doña Manuela, que
“…estando ella castigando a Ana por todas la infamias que le
han hecho, se le lanzaron las otras esclavas y con gran fuerza le
descompusieron una costilla…, [y algunos vecinos agregaron], …que la Ana María
ha tratado a su señora en la iglesia y en la calle con poco respeto, diciéndole
vieja majadera, y otras cosas semejantes a estas…, [y que] …cuando su señora la
mandaba a rezar alto en la iglesia le respondía con voz alteradas oponiéndose,
…que ha tratado a su ama de vieja impertinente, porque le mandó a rezar en voz
alta…, [y que si] …la señora la mandaba a hacer algo, a esta le repugnaba
hacerlo….”[24]
Todas estas actitudes demuestran la oposición y descontento
de la mulata ante la esclavitud y la oposición del ama de otorgarle a ella, a
sus tías y a sus primos la libertad que les había sido donada desde 1750 a su
abuela Michaela. En todas sus afirmaciones, Ana María volcaba toda su rabia
ante el abuso pues vienen a ser tres generaciones de esclavas, la abuela
Michaela, la madre Paula, y la hija Ana María, quienes enfrentaron la terquedad
y codicia de su ama, quién argüía con vehemencia:
“…porque no quiero que sean libres porque con ocasion de
estos instrumentos se presian de yngratos y procuran darme pesadumbres faltarme
al debido respeto y degarme de servir y si antes queria liberarlas por este
escrito digo que no quiero porque de ello se me origina grave perjuicio…”[25]
Por otra parte, las mujeres esclavizadas se enfrentaron a
maltratos y vejaciones por parte de sus amos y en general del grupo dominante,
volviendo al caso de Ana María encontramos que siendo la mulata una niña de 12
años fue castigada y se presentó ante el
Gobernador Perie “…bañada en sangre que producía de varias heridas, que dice le
hizo en la cabeza don Manuel Joseph García sobrino de la Manuela Sancho( su
ama) por orden de esta sin haberle dado motivo para ello y que se venia a
acogerse al amparo real…” Según un testigo “García le dio un pescoson a dha
muchacha por el resongo que esta traia por este motivo Ana María le dijo a García que le pegase a sus criados y
esclavos pero que ella no era su esclava. Por esta razón García volvió a
golpear a la niña pero esta vez tomo un zapato de mujer y con el tacón le dio
muchos golpes en la cabeza y la hirió en varias partes.”[26] Este incidente
muestra el trato recibido por estas mujeres, la agresión fue física o algunas
veces verbal, como fue el caso de Petronila quién fue insultada y amenazada por
María Bonilla quién “…teniendo un chirrión en la mano[dijo] este lo he de
empapelar para pelar a esa perra samba…”[27]
De igual forma esto evidencia la imagen ideológica que se
fue construyendo sobre las mujeres
esclavizadas en la cultura occidental.[28] Claro ejemplo de esto son algunas
declaraciones de vecinos españoles refiriéndose a las mujeres esclavas:
“…callejeras de la calle como acostumbran las que son de su
clase…, …las mulatas personas sugettas a servidumbre, biles de baja suerte,
atrevidas y desvergonzadas…, …las criadas[…]corruptas como callegeras pues en
realidad lo son: una de las esclavas
entro en su poder parida de quatro hijos, y la otra casada y parida de
cinco hijos…; [o como se califica a Ana Miranda], …como persona de tan vil y
baja esfera como una mulata esclava de malos procedimientos….”[29]
Los documentos de la época confirman que en Costa Rica al
igual que en otras regiones de la América española hubo una legislación y una
práctica de control sobre los hijos de las mujeres esclavizadas por parte de
sus dueños. Existió una plena potestad de los amos sobre los hijos de las
esclavas, de forma muy clara doña Ana de Morales en su litis en contra de doña
Beatriz de Morales, por la posesión de Antonia Rosa niña mulata esclava,
alegaba que siendo la niña mulata fruto de el vientre de su esclava Josefa
Nicolasa, reclama de forma contundente su derecho. Aquí esta haciendo
referencia Morales a la ley del vientre, la cual establecía que los hijos
nacidos de esclava nacían esclavos.[30]
A pesar de que las familias de los esclavos siempre
enfrentaron la amenaza constante de la fragmentación, de ser vendidos, como fue
el caso de Antonia Rosa quién tenía cuatro años cuando su madre fue vendida a
otra persona, la niña permaneció separada de su madre pues esta servía en otra
casa y lugar, aunque sí en la misma ciudad. Esta misma situación se repite
para la negra Antonia, de casta Ije y
para sus dos hijos zambos Paula de 14 años y Mateo de 12. Los tres son
rematados en diferentes personas, de manera
que madre e hijos, hermanos y hermanas
son separados. Son cientos de historias
como estas que se repiten una y otra vez a través de los siglos coloniales.
Afortunadamente, los documentos coloniales nos permiten identificar las
estrategias de negociación que utilizaron estas mujeres como madres, al momento
de hacer valer los derechos de sus hijos y su potestad maternal.
Se dan casos en donde mujeres en condición esclava reclaman
y recurren a su derecho de madres en favor de sus hijos. Este es el caso de Paula Sancho, mulata ahora
liberta, esclava que fue de Doña Manuela Gertrudis Sancho, alegaba tener una
hija nombrada María de Jesús Camaño, quién junto a una hermana suya y unos
sobrinos permanecían como esclavos de Sancho. Por tanto, Paula pide al
gobernador que tanto su hija como su hermana y sobrinos sean declarados libres
en el momento en que se halla verificado el fallecimiento de Sancho, pues le
“…parece que usando del derecho materno debe solicitar el bien de su hija…”[31]
Un caso similar es el de Pascuala, mulata esclava, quien fue
vendida por Don José Francisco Taboada a Don Manuel Antonio de Arana, vecino de
Nicaragua, junto con su madre por solicitud de ésta última. Taboada, aunque no
indica el nombre de la madre, si enfatiza que de una manera vehemente esta
mujer se negó a ser separada de su hija. Taboada sostiene que ante tal petición
no tuvo más que representar el derecho natural y el paternal, pues aunque la
niña no tenía la edad para poder hablar la madre lo hacia por ella. Ya que la niña
iba a ser vendida a otros amos, la madre alegaba “…que su hija no quedaba en
donde la criasen con el gusto que ella deseaba, y que quería gozar del
beneficio de libertarla.” Refiere Taboada que la madre ya era libre y estaba
trabajando para liberar a la hija….[32]
Estos testimonios bastante elocuentes, evidencian la lucha
que día a día ejercieron estas mujeres en su convivencia en la sociedad
colonial, por una parte, encontramos aceptación como en el caso de Taboada,
quién respetó el derecho de la madre; o por ejemplo, la argumentación, como
sucede en el alegato que hace Don Manuel de Casasola en defensa a la donación
de libertad que recibió la esclava
Micaela. Cuando alegaron Paula y María Jesús, hija y nieta de la dicha Micaela
sobre su derecho a la libertad otorgada a está. Donde se hace referencia nuevamente a la ley del vientre, pero en este
caso se argumentó que “…la gracia, o privilegio concedido a la madre se
transfunde en el hijo…,”[33] o bien la oposición al derecho de la madre sobre
sus hijos como es el caso de don Juan Antonio Barrantes, quien argumentó que
“…la esclava tenía cinco años de edad, cuando se vendió, y no necesitaba ya del
abrigo y calor de la madre para su
crianza…”[34]
Las redes familiares y matrimoniales prevalecieron a pesar
de la práctica de la separación de familias por los amos esclavistas. Algunos
ejemplos sobre ello son, en el año de
1786 Nicolas Gomes mulato libre esposo de María de los Dolores Sancho esclava
de Manuela Gertrudis Sancho de Castañeda, refiere que por estar su esposa
sujeta a la esclavitud su ama quiere
venderla y por esta causa ha ordenado se
mantenga a María de los Dolores en custodia en otra casa. Ante esta situación,
Gomez solicita que se le permita pagar el valor de su esposa y de esta manera
poder vivir fuera del dominio de Sancho, “…para gozar de mi libertad y quietud
de espíritu y conservación de nuestro matrimonio…”[35]
En el caso de los esposos Mariano Bonilla, mulato liberto, y
Rosa Pacheco, mulata esclava, ambos tenían una hija que vivía con la madre,
pero vivían separados,
“…a causa de haber salido su esposo de la casa de sus amos e
irse a vivir a otra casa en donde es criado… [Confiesa Rosa que] …a escondidas
de sus amos se veía ella con su esposo y lo traía a dormir de noche con ella a
la casa de sus amos….” [36]
José Cubero y María Victoria eran esposos y padres de cinco
hijos, Miguel de 13 años, Juana de 8, Pablo de 5, Benito de 4 años y Juan Manuel de pecho, con 4 meses, todos
esclavos del Teniente José de Mier Cevallos.
Sin embargo, José y su hijo Miguel trabajaban en el Valle de Matina en
el cultivo de las haciendas de cacao, mientras que María Victoria y sus otros
hijos permanecían en Cartago.[37]
Vemos como las familias se mantienen y se reconocen los
vínculos. En este sentido es reveladora la declaración de la esclava Tomasa,
quien afirmó “…que ha conocido por sus parientes a las esclavas de Alfonso
Ulloa, sus tías: Encarnación y Josefa Ulloa,
y ellas la han tratado por su sobrina, hija de Cayetana hermana de
estas, que ha conocido por sus hermanos a Manuel y a Francisco Ulloa, sin
embargo de haber sido expuestos….”[38] De igual forma, Rosa Pacheco sostiene
que tiene “…una hermana, llamada Juliana, en la provincia de[Nicaragua] con la
cual mantiene comunicación….” Por su parte, la esclava llamada María, de María
Calvo, declara que vino en una embarcación inglesa al Valle de Matina con su
hermana María Victoria, la esclava de Mier Cevallos. [39]
Los vínculos familiares llevan a situaciones como la de
Dolores Sancho, tía de Ana María,
esclava de Doña Manuela Gertrudis Sancho de Castañeda, quién fue vista por
varios testigos como “…suministrava y mandava a esta su sobrina [Ana María],
víveres y comida para mantenerse…”[40] Por tanto, las redes de parentesco y
solidaridad son muy evidentes en todos estos casos, como una realidad que
practicaban cotidianamente estas mujeres esclavizadas en la Costa Rica
colonial, donde existía esa diferenciación con “los otros”, pues en el
testimonio ya citado de las negras Lucumi, Petrona y María: “…sana en su lengua
y en la de los españoles lucumi…,” se pueden percibir dos elementos. Primero,
un sentido de pertenencia, una identificación de su gente, de sus carabelas o
compañeros de viaje, que aunque eran de muy diferentes regiones y tribus, el
viaje a través del Middle Passage y la esclavización les provoca ese sentido de
solidaridad, de convivencia.[41] Segundo, la vinculación a la tierra, pues
después de casi una década recuerdan su lengua y evocan el hogar y la cultura
dejados atrás, lo cual se corrobora con las palabras de Petrona al ver al negro
Manuel, “…que en su lengua se llama Papaligua...”[42]
De igual manera, estas redes de solidaridad y convivencia se
transmiten por la tradición oral, como es el caso del negro Pedro, quien dijo
que “…por lo que sus carabelas le han dicho su madre fue de casta conga…,” pues
llegó muy pequeño a la provincia y muy probablemente creemos ella murió en la
travesía.[43] Existió, por tanto, una comunicación, un intercambio de
información que mantuvo vivas estas redes entre la población de ascendencia
africana, redes que cabe incluso la posibilidad de que trascendieran las
fronteras físicas de la provincia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario